Con el paso del tiempo, se comprobó que muchos pacientes mantenían alteraciones radiológicas tras el alta, y había individuos que, aún sin alteraciones pulmonares, se mostraban persistentemente "cansados", sufrían dolores musculares, falta de aire al hacer ejercicio, trastornos del sueño, alteraciones de la concentración y la memoria, ansiedad, disminución de la libido y, a menudo, caída del cabello. Por lo tanto, en el abordaje de estos pacientes, además de estudiar el impacto que la infección tuvo en la función pulmonar (y si existe, debe ser tratado), se deben valorar las posibles repercusiones en otros sistemas del cuerpo humano: cardiovascular, sistema nervioso central, endocrino, gastrointestinal y musculoesquelético.

Las secuelas postCOVID-19 se conocen con diversos nombres (entre ellos COVID a largo plazo o síndrome postCOVID-19), desde septiembre de 2020 se incluyen en la clasificación internacional de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (CIE-10 de la OMS) como "afección postCOVID-19". Esta inclusión ha sido muy importante, ya que da una respuesta legal al sufrimiento de millones de personas, justificando su absentismo laboral y reconociendo estos síntomas post-COVID-19 como una enfermedad. En diciembre de 2021, se publicó en la revista "The Lancet Infection" la definición consensuada por la Organización Mundial de la Salud de este síndrome post-COVID-19: "Enfermedad que se presenta en individuos con antecedentes de infección probable o confirmada por el SARS-CoV-2, generalmente 3 meses después de la aparición del COVID-19 con síntomas que duran al menos 2 meses y que no pueden ser explicados por un diagnóstico alternativo".

La fatiga persistente es el síntoma más frecuente y el más complejo de cuantificar y tratar. En la evaluación clínica, realizo inicialmente una evaluación respiratoria, cardíaca y endocrina (la infección por COVID-19 puede provocar alteraciones tiroideas), coordinando con la rehabilitación funcional mediante fisioterapia individual. El instrumento de evaluación utilizado para cuantificar la fatiga durante la consulta médica es la escala de fatiga de Chalder, que permite evaluar los dos dominios de la fatiga: físico y psicológico.

También se evalúan las alteraciones del sueño, especialmente las respiratorias (potencialmente tratables), ya que se justifica fisiológicamente que el Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño (SAOS) sea una causa potencial de fatiga post-COVID-19.

Estos pacientes también desarrollan frecuentes alteraciones psicopatológicas como el desarrollo de síntomas de estrés postraumático, ansiedad y depresión, relacionados con la presión psicológica generada por el aislamiento, el "miedo a morir" y la impotencia ante la infección y la eventual gravedad de la enfermedad. Durante la consulta médica, se utiliza la escala estandarizada HADS (Hospital Anxiety and Depression Scale) para un cribado inicial, en el que los pacientes que presentan niveles elevados son derivados a la especialidad adecuada.

Las secuelas observadas tras la infección por el SARS-CoV-2, ya han sido documentadas en relación con otros virus en el pasado, pero la magnitud de la pandemia aumenta el número de individuos que pueden padecer estos síntomas, haciendo urgente nuestra coordinación como profesionales sanitarios para tener capacidad de respuesta en esta nueva fase tardía de la pandemia.

Dra. Lígia Pires

Especialista en Medicina Intensiva y Licenciada en Neumología

Hospital Particular de Alvor