El metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono y, según la Agencia Internacional de la Energía, la concentración de metano en la atmósfera es actualmente unas dos veces y media superior a los niveles preindustriales y no deja de aumentar, siendo las emisiones de residuos y la quema de combustibles fósiles responsables de una parte importante.

Los científicos creen que, si su proceso resulta rentable, todos los vertederos del mundo podrían convertirse en fuentes de energía.