A lo largo de la costa de Albufeira, Lagoa y Silves se encuentra el mayor arrecife costero rocoso a baja profundidad de Portugal, que se extiende desde el Faro de Alfanzina, en Lagoa, hasta el puerto deportivo de Albufeira. Este arrecife alberga alrededor de 900 especies, entre ellas 12 nuevas para la ciencia y 45 nuevos avistamientos para la costa portuguesa, así como varias especies bajo conservación como el caballito de mar. También hay jardines de coral y praderas marinas. Sin embargo, debido a su ubicación, el arrecife está sometido a una importante presión pesquera y turística.
El proceso de admisión se inició en 201 con el Centro de Ciencias Oceánicas de la Universidad del Algarve (CCMAR), la Fundación Océano Azul, algunos gobiernos locales y asociaciones de pescadores del Algarve, que juntos sentaron las bases para la creación del Área Protegida de Interés Comunitario. "En el CCMAR queríamos que los datos que habíamos ido recopilando a lo largo de los años no se enviaran al Gobierno sin consultar antes con los agentes locales. Iniciamos este proceso, y lo llamamos de interés comunitario precisamente porque es un proceso de base", explicó Jorge Gonçalves, investigador del CCMAR.
A lo largo de estos tres años se celebraron siete reuniones generales y 70 bilaterales con distintas organizaciones. "Era importante tener este proceso colectivo con todas las diversas entidades para que discutieran y presentaran sus puntos de vista y los derechos que tienen que respaldan su caso", declaró Tiago Pitta e Cunha, presidente ejecutivo de la Fundación Océano Azul.
Fue hace unos 20 años cuando la Universidad del Algarve realizó estudios sobre los hábitats marinos de la costa algarvía que permitieron a la institución conocer los mejores lugares en términos de valor y riqueza natural, así como lo que se utiliza para la actividad humana. Toda esta investigación pudo llegar a delimitar las fronteras del Parque Natural Marino. "Todo este conocimiento científico se mejoró aún más con el hecho de que hicimos un mapa de todos los bancos de pesca y actividades humanas del Algarve", remarcó Jorge Gonçalves.
La creación de esta zona protegida tiene tres objetivos. En primer lugar, proteger los valores naturales que están en peligro en la zona, y después promover la pesca tradicional y el turismo sostenible. En 2019, según un estudio de la Universidad del Algarve, un millón de turistas visitaron el sur del país durante el verano. Por ello, también se pretende que la zona contribuya a la alfabetización oceánica.
La ciencia demuestra que la creación de zonas protegidas contribuye a la recuperación de la biodiversidad y al aumento de la biomasa y, por ello, supondrá un aumento de la producción para los pescadores. Jorge Gonçalves explica que la zona protegida actuará como una especie de vivero, aunque habrá un área donde no se permitirá ningún tipo de actividad que se estudiará para comprender la evolución del arrecife. La pesca estará permitida fuera de estas zonas protegidas. "El objetivo es que estas zonas sean más productivas, ya que no se pescan, y exporten peces más grandes, como se ha registrado en la mayoría de las zonas protegidas del mundo".
Mientras tanto, las limitaciones de las zonas de pesca repercutirán en los ingresos de los pescadores locales. Para limitar este impacto, se decidió compensarles. Los propios pescadores son conscientes del impacto de la actividad económica en el arrecife, por lo que, a pesar de perder ingresos, consideran importante proteger el ecosistema. "Creemos que la pequeña pesca local tiene derecho a más protección porque los barcos tan pequeños no pueden ir más lejos a pescar, a diferencia de los barcos más grandes que vienen de lejos a pescar en el arrecife", interviene Tiago Pitta e Cunha.
La Fundación Océano Azul quiere que este estudio de caso en el Algarve sirva de modelo que pueda reproducirse en otras zonas ribereñas del país. También aplauden el carácter proactivo de la comunidad algarvía al querer preservar el medio ambiente para las generaciones futuras.
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