El descenso de la producción europea ha permitido a Marruecos y Turquía dar un paso adelante y satisfacer la creciente demanda, beneficiándose de políticas favorables y de la proximidad al mercado de la UE.


A pesar de su creciente papel como proveedor clave de tomates frescos a la Unión Europea, Marruecos tiene dificultades para gestionar los volátiles precios internos.