En la víspera de Yom Kippur, cuando todos los judíos deben prepararse para el juicio ante el "trono de Dios" y cuando se busca la contrición por los pecados, debemos recordar que el 29 de septiembre se cumplió el 81º aniversario de una de las peores masacres de la historia de Ucrania.Ese día, 34.000 hombres, mujeres y niños judíos fueron conducidos en manada al barranco de Babi Yar (Viejo Crono) y asesinados por una lluvia de balas disparadas por los escuadrones de la muerte de los einsatzgruppen y las divisiones de las SS dirigidas por los nazis y compuestas por colaboradores ucranianos que también hacían de guardias en el campo de concentración contiguo de Syretz.
En este infame lugar se calcula que durante la Segunda Guerra Mundial fueron ejecutados unos 60.000 prisioneros de guerra soviéticos, además de unos 30.000 ucranianos orientales de habla rusa, antes de que los alemanes fueran expulsados de este torturado país. Estas cifras habrían incluido un número indeterminado de judíos que habían huido hacia el este en 1940, así como romaníes, tártaros y otras minorías, todos los cuales constan como víctimas de una espantosa persecución en el relato de la tragedia ucraniana.
Una tragedia que se repite ahora con seis meses de guerra inútil y obscena que ha arruinado las vidas pacíficas de innumerables civiles y que no tiene otro propósito aparente que el de proporcionar un extraño prestigio a autócratas despiadados y a sus acólitos.
Que los muertos descansen en paz en nuestro recuerdo.
Por correo electrónico, Roberto Cavaleiro, Tomar