San Paulino, obispo de Nola, nació en Burdeos, Francia, en el año 355. Se educó con el célebre poeta Ausonio y adquirió unas dotes poéticas excepcionales. San Jerónimo decía que todos admiraban la pureza y elegancia de su dicción y la fuerza de su estilo. Siguiendo los pasos de su padre, que era prefecto de las Galias, se le confiaron diversos cargos públicos en Italia, las Galias y España, donde se casó con la bella Therasia. En 390, se retiró a Aquitania, donde se convirtió y fue bautizado por San Delfino, obispo de Burdeos.
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Tras la muerte de su único hijo, él y su esposa hicieron voto de castidad y donaron sus bienes a los pobres. Unos años más tarde, en respuesta a la demanda pública, es ordenado sacerdote en la catedral de Barcelona. Entonces se instala en Nola, una pequeña ciudad cerca de Nápoles, viviendo con unos pocos amigos bajo una regla semimonástica. Lleva a cabo programas religiosos y filantrópicos, y cada año compone un poema en honor de San Félix, patrón de la ciudad. En 409, debido a su fama de santidad, Paulino fue nombrado obispo de Nola. Gobernó con sabiduría y liberalidad hasta su muerte, en 431.