Pertenecía a una prominente familia conocida por su noble linaje y su profunda fe cristiana. Su padre era probablemente miembro de la nobleza local, lo que le proporcionó una educación privilegiada. Juana fue reconocida no sólo por su belleza, sino también por su piedad y su carácter virtuoso.
Matrimonio y familia
Juana se casó con Félix de Guzmán, un hombre de Caleruega que compartía su compromiso con la fe y el servicio. Juntos tuvieron varios hijos: tres varones -Antonio, Manes y Domingo- y una hija cuyo nombre no consta en los textos históricos. El ambiente familiar estaba profundamente arraigado en los valores cristianos, fomentando un espíritu de devoción que influiría significativamente en la vida de sus hijos.
La vida de la beata Juana está marcada por sueños significativos que, según se cree, tienen significados proféticos en relación con sus hijos. Mientras rezaba en la abadía benedictina de San Domingo de Silos para tener otro hijo después de que sus dos primeros fueran mayores, tuvo un sueño en el que se le aparecía Santo Domingo de Silos. Le aseguró que tendría un hijo que sería una luz resplandeciente para la Iglesia. En agradecimiento a esta promesa, decidió llamarle Domingo.
La maternidad de Juana desempeñó un papel crucial en la formación del camino espiritual de sus hijos. Domingo fundó la Orden de Predicadores (los dominicos), centrada en el estudio y la evangelización.
A pesar de ser de origen noble, Juana era conocida por su compasión hacia los pobres y afligidos. Esta característica fue transmitida a Domingo, que desde muy joven mostró sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno, rasgo que se atribuye a la influencia de su madre.
La beata Juana vivió hasta 1203 o 1205, cuando murió en Caleruega, España.
En reconocimiento a su vida ejemplar y a sus virtudes,.
Juana fue beatificada en 1828 por el Papa León XII.