Con una elevada prevalencia en los países menos desarrollados, también es frecuente en los países industrializados.

Como los signos pueden ser apenas perceptibles, la llamamos "deficiencia oculta"; y es por la misma razón que el tratamiento adecuado suele comenzar en fases avanzadas de la enfermedad.

Algunos nutrientes se consideran esenciales, lo que significa que el organismo no tiene capacidad para producirlos. El hierro es uno de ellos y debe obtenerse a través de la dieta.

Es esencial para la producción de hemoglobina, un pigmento rojo que forma parte de los eritrocitos (glóbulos rojos) y cuya función es captar oxígeno en los pulmones y transportarlo a todas las células, además de transportar, a la vuelta, parte del dióxido de carbono para que pueda ser eliminado por la respiración.

Cuando las reservas de hierro se agotan, la producción de eritrocitos y hemoglobina se ve comprometida: aparece la anemia ferropénica.


Las causas de la carencia de hierro son múltiples:

  • En determinadas etapas de la vida, las necesidades de hierro aumentan: periodos de crecimiento acelerado como la adolescencia, el embarazo y la lactancia.
  • Las dietas "radicales" suelen provocar carencia de hierro, así como los cambios en el equilibrio alimentario (por ejemplo, en las personas mayores que ya no tienen autonomía para preparar comidas equilibradas). Una dieta vegetariana no conlleva necesariamente una carencia de hierro, pero es necesario tomar las precauciones necesarias para evitarla.
  • Ciertas enfermedades gástricas y del resto del tubo digestivo afectan a la absorción, en particular del hierro. Esto incluye también algunas infecciones y parásitos. Puede haber una ingesta aparentemente adecuada, pero el organismo no puede utilizar el hierro, ya que no pasa del tracto intestinal a la sangre.
  • Las hemorragias, ya sean agudas o crónicas, conducen necesariamente a una carencia de hierro. Algunos ejemplos son las pérdidas menstruales exageradas, las hemorragias peri y postparto, las úlceras gástricas y las lesiones intestinales.

  • Inicialmente, las manifestaciones son inespecíficas, como fatiga, falta de concentración, cansancio con pequeños esfuerzos o susceptibilidad a las infecciones. Más adelante aparecen palidez, fragilidad del cabello y las uñas, queilitis angular, sequedad de la piel y las mucosas.

    Estos signos y síntomas pueden ayudar al diagnóstico, pero es necesario confirmar la existencia de una anemia ferropénica (excluyendo otras causas de anemia) mediante análisis de sangre específicos: concentración de hemoglobina y ferritina (proteína con la función de almacenar hierro).

    El tratamiento dependerá de la gravedad de la carencia de hierro: dieta y suplementación con multivitaminas y administración de hierro por vía oral (complejos de hierro trivalente o liposomal-sucrosomal) o incluso por vía intravenosa.

    Dado que la alimentación es la única fuente de hierro, una dieta equilibrada es la mejor forma de prevenir la ferropenia, por lo que es crucial garantizar una ingesta adecuada de hierro a través de alimentos ricos en hierro y evitar alimentos o medicamentos que comprometan su absorción.

    Alimentos ricos en hierro

    Leche materna, carne, vísceras, pescado ahumado, gambas, huevos, soja, judías, boniatos, frutos secos, etc.

    Alimentos que favorecen la absorción del hierro

    Frutas frescas, verduras ricas en vitamina C.


    Factores que pueden comprometer la absorción del hierro

    Alimentos: Productos lácteos consumidos durante las comidas principales, así como café, grandes cantidades de té negro o verde y vino tinto

    Medicamentos: Antiácidos, antidislipidémicos y antiagregantes plaquetarios

    por la Dra. Ana Montalvão
    Hematóloga del HPA - Alvor & Gambelas


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