El trabajo desarrollado por un grupo de investigadores de instituciones como el Instituto Universitario de Ciencias de la Salud - CESPU, las Facultades de Medicina y Farmacia de la Universidad de Oporto, la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nueva de Lisboa, entre otras, sigue a otro estudio que ya había concluido que la deficiencia de yodo también perjudica el desarrollo cognitivo.

En este estudio, que será presentado hoy en el Congreso Internacional de TOXRUN, Unidad de Investigación en Toxicología del Instituto Universitario de Ciencias de la Salud - CESPU, se analizaron los niveles de yodo y el Cociente Intelectual (CI) de cerca de 2.000 niños de entre 5 y 12 años de escuelas de la región Norte.

En declaraciones a Lusa, Sandra Leal, una de las investigadoras implicadas, advirtió de la importancia de estos datos para ajustar las políticas públicas: "[Los niveles de yodo] que están por encima de lo [normal] también tienen una asociación con un coeficiente intelectual más bajo".

"Carecer de yodo es malo, pero un exceso puede que tampoco sea muy bueno", afirma.

El rango de ingestas diarias de yodo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) se establece por edades y se agrupa en cuatro niveles: 90 microgramos para niños de hasta 5 años, 120 microgramos para niños de entre 6 y 11 años y 150 microgramos para adultos adolescentes y ancianos. Para las mujeres embarazadas y lactantes, las necesidades diarias son de 250 microgramos.

En este estudio, los investigadores llegaron a la conclusión de que una mayor proporción de niños con niveles superiores a los recomendados tenían un coeficiente intelectual inferior a la media, lo mismo que se había observado en los que padecían carencia de yodo.

Confesando que a los investigadores les sorprendieron estos resultados, Sandra Leal llama la atención sobre la importancia de ajustar las políticas de promoción de la salud pública en función de las características de la población una vez realizado el diagnóstico.

"Incluso las políticas de promoción tienen que ajustarse a la realidad socioeconómica [de la población]", añade.

El yodo es un elemento esencial para el funcionamiento normal del organismo y la única forma de obtenerlo es a través de los alimentos, ya que no es producido por el cuerpo, y sirve para mantener en equilibrio los procesos metabólicos de crecimiento y desarrollo del cerebro y del sistema nervioso.

Los alimentos más ricos en yodo son los de origen marino, como la caballa, los mejillones, el bacalao, el salmón, la merluza, los berberechos o las gambas, pero también existe en la leche, el huevo o el hígado.