Después de haber escrito extensamente sobre este ecosistema, desde la tecnología espacial y el capital riesgo hasta las startups universitarias y la innovación regional, era hora de ofrecer algo más personal: una reflexión sobre lo que he aprendido siguiendo el viaje de Portugal hacia el futuro de la tecnología y el espíritu empresarial.

Durante mucho tiempo se ha considerado a Portugal como un actor emergente en el panorama tecnológico europeo, un perdedor con encanto, pero no necesariamente con escala. Esa percepción ha cambiado. Hoy, Portugal ya no es simplemente una "joya escondida". Es una presencia visible y creciente en el mapa mundial de la innovación. Y esa visibilidad no consiste únicamente en atraer a nómadas digitales o acoger grandes conferencias. Se trata de un esfuerzo constante, un crecimiento estructural y un ecosistema de startups que ha pasado de esperanzador a creíble.

Uno de los avances más alentadores es la creciente descentralización de la innovación. Aunque Lisboa y Oporto siguen siendo centros vibrantes, muchas de las historias más interesantes que he encontrado han surgido lejos del escenario principal. Regiones como Braga, Évora y el Algarve, e incluso núcleos más pequeños como Braganza y Guarda, están acaparando la atención por las razones adecuadas: universidades fuertes, talento motivado y terreno fértil para las startups. Estas zonas se están convirtiendo en bancos de pruebas de nuevos modelos de innovación que combinan la excelencia académica con el desarrollo regional.

Esto me lleva a uno de los activos más poderosos del ecosistema: el talento. Portugal lleva mucho tiempo produciendo ingenieros, investigadores y emprendedores altamente cualificados, pero muchos de ellos solían marcharse en busca de oportunidades en otros lugares. Esta dinámica está cambiando. Cada vez más profesionales portugueses encuentran razones para quedarse, mientras que un número creciente de fundadores e inversores experimentados deciden trasladarse aquí. No vienen sólo por el estilo de vida, vienen a construir. Y esa mezcla de raíces locales y experiencia internacional es un punto fuerte que pocos países pueden reproducir.

Al mismo tiempo, el panorama del capital riesgo está evolucionando de un modo que parece exclusivamente portugués. Nuevos modelos, como los fondos impulsados por la comunidad y las plataformas de inversión que implican a los participantes en todo el proceso de financiación, están ayudando a democratizar el acceso al capital. Tras varios años de declive, estamos asistiendo al retorno de las ayudas a las fases iniciales, y los inversores locales están empezando a asumir más riesgos en las empresas de presiembra y las basadas en la investigación. No se trata de copiar a Silicon Valley; se trata de crear algo que funcione para Portugal, inclusivo, transparente y sostenible.

Por supuesto, los retos persisten. La burocracia, la complejidad jurídica y la brecha entre el mundo académico y la industria pueden seguir frenando el progreso. Pero cada vez más agentes trabajan juntos para salvar esas distancias, y la voluntad de colaborar es lo que distingue a Portugal. Es un país donde es posible reunirse, mantener una conversación real y encontrar puntos en común, algo que suele ser más difícil en ecosistemas más maduros y saturados.

Así que, después de años cubriendo esta escena, lo que más destaca no es el número de unicornios, sino el número de personas que realmente intentan construir algo significativo. La innovación aquí parece menos performativa y más arraigada. Se trata de resolver problemas reales, a menudo en regiones desatendidas, y de involucrar a más personas en el proceso.

Portugal está demostrando que la innovación no tiene por qué ser ruidosa para ser poderosa. Sólo necesita visión, persistencia y las asociaciones adecuadas.

Y por lo que he visto, el país tiene las tres cosas.


Author

Paulo Lopes is a multi-talent Portuguese citizen who made his Master of Economics in Switzerland and studied law at Lusófona in Lisbon - CEO of Casaiberia in Lisbon and Algarve.

Paulo Lopes