El Presidente Marcelo Rebelo de Sousa se había opuesto a esta legislación, pero ya no podía vetarla. En un comunicado, su oficina declaró que el Presidente había promulgado la ley "porque está obligado" a hacerlo en virtud de la Constitución.
Portugal se convierte así en el sexto país de la Unión Europea que permite este procedimiento. Probablemente sea razonable decir que aquí empiezan los problemas. La nueva ley especificará que se permitirá a las personas solicitar asistencia para morir en los casos en que se encuentren "en una situación de sufrimiento intenso, con lesión definitiva de extrema gravedad o enfermedad grave e incurable".
El juramento hipocrático
El primer reto será para los médicos, que, suponemos, serán los responsables últimos de administrar un fármaco adecuado. En la profesión médica, el Juramento Hipocrático es uno de los documentos más respetados. El Juramento establece la conducta profesional y las obligaciones de los médicos; es un juramento ético que hace hincapié en la importancia de las normas profesionales. Su nombre deriva de un médico griego, Hipócrates, considerado el "padre de la medicina occidental".
La cuestión crítica, en este caso, es "no administraré un fármaco letal a nadie si me lo piden, ni aconsejaré tal plan". El juramento hipocrático ha sido realizado por más de 6 millones de médicos en todo el mundo. Ha habido un amplio debate en la profesión médica sobre el juramento y se han introducido algunas enmiendas, pero el compromiso básico de los médicos es "no hacer daño". Si la ley dice que un médico puede administrar fármacos para acabar con la vida de un paciente, y el paciente lo solicita, ¿qué hará un médico ante una situación así?
¿Qué dice la Biblia?
Los cristianos han debatido esta cuestión durante años, y no hay una respuesta clara. Hay pasajes y acontecimientos que pueden interpretarse en uno u otro sentido, dependiendo de la postura de cada uno. El reverendo Dr. George Carey, antiguo arzobispo de Canterbury, escribiendo en el Daily Mail en 2014, dijo que apoyaba un cambio en la ley del Reino Unido para permitir el suicidio asistido. Reconociendo abiertamente que había cambiado de opinión, escribió que "las viejas certezas filosóficas se han derrumbado ante la realidad del sufrimiento innecesario".
La Iglesia católica está firmemente en contra del suicidio o la eutanasia. En la ética médica católica, los pronunciamientos oficiales se oponen firmemente a la eutanasia activa (o suicidio asistido por un médico), ya sea voluntaria o no. A nadie le está permitido pedir este acto de matar, ni para sí mismo ni para otra persona confiada a su cuidado, ni puede consentirlo, ni explícita ni implícitamente. Como muchos médicos portugueses serán católicos, esto supondrá un reto dramático. Creo que es razonable afirmar que ningún médico quiere ver a su paciente sufriendo un dolor extremo. Utilizarán toda su experiencia y formación para aliviar el dolor, pero ¿estarían dispuestos a administrar fármacos letales? Esto parece ir en contra de todo aquello en lo que creen.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma claramente lo que la Iglesia enseña: Aquellos cuya vida está disminuida o debilitada merecen un respeto especial. Las personas enfermas o impedidas deben ser ayudadas a llevar una vida lo más normal posible. Cualesquiera que sean sus motivos y medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas discapacitadas, enfermas o moribundas.
Portugal es un país predominantemente católico. ¿Cómo afrontarán los médicos y enfermeros este conflicto entre la ley y su ética médica y sus creencias religiosas? Los políticos pueden aprobar leyes, pero las personas reales deben afrontar las consecuencias, y eso traerá muchos conflictos morales y profesionales. Quitar una vida va en contra de todo aquello en lo que creen los médicos.
Retirada del tratamiento
La retirada del tratamiento se conoce como "eutanasia pasiva", es decir, cuando se retiran los tratamientos que mantienen la vida. Las definiciones no son precisas. Si un médico prescribe dosis crecientes de medicamentos fuertes para controlar el dolor, como los opioides, esto puede acabar siendo tóxico para el individuo. A veces se habla de eutanasia pasiva. Este es un tema muy difícil, si se retira el tratamiento, ¿se trata de una eutanasia con otro nombre? El médico o los médicos pueden decidir que, al suspender el tratamiento, no están ayudando al paciente a morir, pero la realidad es que esta forma de actuar provocará la muerte del paciente.
Otros, sin embargo, dirían que esto no es eutanasia, porque no hay intención de quitar la vida. La eutanasia activa es cuando alguien utiliza sustancias o fuerzas letales para acabar con la vida de la persona, ya sea por parte del individuo o de otra persona.
¿Quién decide?
La eutanasia voluntaria es legal actualmente en Australia, Bélgica, Canadá, Colombia, España, Luxemburgo, Países Bajos, Suiza y Nueva Zelanda. Las salvaguardias varían en cada país, y ahora Portugal tiene que decidir cuáles implantar. Según World Population Review, la legislación suiza en materia de eutanasia es una de las más laxas del mundo. Aunque la eutanasia activa está prohibida, los médicos pueden suministrar legalmente medicamentos letales para que el paciente se los autoadministre. Este permiso se extiende también a los pacientes internacionales, lo que ha dado lugar a una industria casera de "turismo suicida" en la que las personas viajan a Suiza para poner fin a sus vidas.
Lo que nadie puede juzgar, salvo el paciente, es si el dolor es tan intenso que prefiere poner fin a su vida. A nadie le gustaría estar en esa situación, pero ¿quién más puede evaluar el dolor y la angustia de otra persona? La medicina moderna debería ser capaz de controlar esto, los cuidados paliativos han avanzado considerablemente. Hay que tener en cuenta: ¿hay otra agenda, siente el paciente que es una "carga", tienen los familiares un plan oculto?
No hay respuestas sencillas, pero los peligros son enormes. ¿Son suficientes todas las garantías, por rigurosas que sean, para evitar que alguien se quite la vida?
Resident in Portugal for 50 years, publishing and writing about Portugal since 1977. Privileged to have seen, firsthand, Portugal progress from a dictatorship (1974) into a stable democracy.