Esta receta tradicional ha permanecido inalterada durante generaciones, garantizando el mismo sabor rico y auténtico que ha hecho de estos pasteles un símbolo entrañable del patrimonio culinario portugués. Con cada bocado, Pastéis de Belém ofrece un sabor a historia, preservando la esencia de los antiguos dulces portugueses y deleitando a visitantes de todo el mundo.
En 1834, como resultado de la Revolución Liberal de 1820, el monasterio que hoy es uno de los lugares más populares de Lisboa fue cerrado, expulsando al clero y a los trabajadores que vivían en él. En un intento por sobrevivir, alguien del Monasterio empezó a vender los pastéis en un pequeño local de comercio variado, y rápidamente se les dio el nombre de "Pastéis de Belém".
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Pastéis de Belém
"La receta comenzó a elaborarse en este lugar en 1837. Era una pequeña tienda de comercio, una típica tienda de ultramarinos del siglo XIX, donde hoy está nuestro mostrador", explica a Portugal News Miguel Clarinha, copropietario de Pastéis de Belém. "En la parte de atrás había una refinería de azúcar, así que utilizaron sus instalaciones para hacer los pasteles, esta pequeña tienda empezó a venderlos y el resto es historia".
La refinería de azúcar ya no existe, pero la pastelería ha permanecido aquí como negocio familiar durante casi dos siglos, que Miguel y su prima Penélope han heredado. "El pequeño mostrador se amplió con salas más grandes y más espacio, así que han cambiado muchas cosas. En la actualidad, la panadería cuenta con casi 300 puestos, dos mostradores y más de 200 personas trabajando aquí", explica Miguel sobre los avances logrados con el paso del tiempo. "Pero lo único que no ha cambiado es la receta original del Monasterio y la forma de hacerlos: siguen siendo artesanales, uno a uno".
Esta tradición es el núcleo del negocio de la panadería. "Tenemos nuestra propia historia y un producto único, así que somos diferentes en muchos aspectos. Lo que probablemente más nos diferencia son los Pastéis de Belém, ya que es el único lugar donde se hornean y venden. Si juntamos eso con la historia de esta panadería, el producto y todo el barrio, eso es lo que hace de éste un lugar especial".
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Un legado familiar
La panadería se ha convertido en una sensación internacional, vendiendo 25.000 de sus icónicos pasteles al día, pero Clarinha es firme en su enfoque de la gestión, centrándose en mantener la integridad de las tradiciones sobre las que se construyó. "Nuestro propósito es intentar mantener la tradición, conservar la receta original y la forma en que se elaboran, respetar la historia y lo que representa Pastéis de Belém y ayudar a la panadería a estar preparada para los cambios que se han producido y que seguirán produciéndose".
"Nos hemos centrado en el desarrollo de la panadería, tanto en lo que se refiere a las salas para nuestros clientes como en las áreas de producción, optimizando el espacio todo lo que podemos", añadió. "Sabemos lo que se puede y se debe hacer para que este lugar esté preparado para la próxima década y podamos seguir ofreciendo un servicio de calidad a nuestros clientes, manteniendo unas buenas condiciones de trabajo para nuestro personal".
Miguel y Penélope consideran que ésta es la máxima prioridad para la dirección de la panadería, y no tienen planes de abrir nuevos locales a corto plazo. "Creemos que aquí hay mucho por hacer, y una vez que la panadería esté renovada en todo su potencial, entonces tanto Penélope como yo, o las futuras generaciones podríamos plantearnos ampliarla, pero por ahora, nuestro foco es la calidad y la receta original. No estamos dispuestos a sacrificar eso por el beneficio".
Historia de la panadería
Transmitida y conocida exclusivamente por los maestros pasteleros, la receta secreta única es la base del éxito y el atractivo intemporales de la pastelería. "Sólo tenemos cinco chefs que sepan hacer el hojaldre y las natillas, mientras que para el resto de pasos de la producción contamos con unas 60 personas. Ha sido una gran tradición aquí, cada vez que tiene que entrar un nuevo chef, siempre es alguien que ya lleva muchos años en la pastelería, alguien en quien confiamos y que ya forma parte de la familia".
Y continúa: "Significa mucho poder contribuir y formar parte de la historia. Sobre todo me gusta poder ver los cambios que podemos hacer y poder trabajar con toda la gente todos los días y conocerlos, incorporarlos al equipo e intentar hacer de éste un lugar especial para trabajar, no sólo para visitar como cliente."
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Al fin y al cabo, reconoce que no se trata sólo de un negocio familiar, sino de un lugar con un inmenso patrimonio cultural, profundamente entrelazado con la historia del país, y especialmente para la ciudad de Lisboa. Es un monumento vivo a las tradiciones, la artesanía y los valores que han dado forma no sólo a la comunidad local, sino también a la identidad cultural de Portugal. "Es una panadería histórica que en realidad no nos pertenece a nosotros, sino a la ciudad, al país y a todos los que nos visitan".
"No se trata de mí ni de las personas que dirigen el negocio, sino de la panadería y de los Pastéis de Belém. Se trata de un producto único que no encontrará en ningún otro lugar del mundo", concluye Miguel.
Puede probar los famosos pasteles, junto con muchos otros productos de panadería, como su especialidad en mermelada, peregrinando hasta Pastéis de Belém. Está a un paso de la estación de tren de Belém, y en su visita también podrá ver muchos de los lugares más emblemáticos de Portugal repartidos por la zona, como la Torre de Belém, el Monumento a los Descubrimientos, el Monasterio de los Jerónimos y el Palacio de Belém.
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